Salimos de Chile Chico un poco urgidos por el tiempo, planeábamos quedarnos solo dos días en esta ciudad pero la tranquilidad del hogar y los amigos que encontramos ahí hicieron que quisiéramos compartir más tiempo con ellos y demorar la partida. Es así que en lugar de hacer dedo camino a Coyhaique tuvimos que tomar una barcaza (La Tehuelche) que nos cruzaría por el lago Carrera (uno de los dos lagos más grandes de América del Sur y sumamente profundos (los pueblerinos dicen que al día de hoy no se conoce su profundidad ni que vidas habitan las mismas, pues ninguna maquina de medición ha resistido la presión de aguas tan profundas).
Cruzamos en barcaza y a la hora siguiente estábamos del otro lado, en Puerto Ibáñez, ahí demoramos en conseguir dedo y ya haciéndose la noche logramos conseguir que un leñero nos levante; una travesía que demoró tres horas camino a Coyhaique y una subida intensa a 60 km/h, cuando se supone que en bus se hace en una hora, pero las sorpresas del dedo te regalan paseos con guía turístico incluido a paso lento.
Llegamos a Coyhaique a las veintitrés horas, la ciudad estaba muerta y no encontrabamos donde dormir, nuestra carpa y nuestras mochilas estaban empapadas (ellas viajaron arriba de los leños a plena lluvia ), es así que dimos con un taxista que nos llevo a recorrer unos hosteles y se solidarizó a nuestro desamparo al punto que no nos cobro el viaje.
Encontramos techo y a la mañana siguiente despertamos rumbo a Aysén a la casa de Flor de Tierra, nuestra couchsurfing. En esta oportunidad el viaje tuvimos que hacerlo en bus, debíamos apresurar los kilómetros que nos quedaban por recorrer pues en un par de días debíamos llegar a Puerto Montt porque recibíamos la visita de la madre de Pame y una tía.
El viaje por la ruta desde Coyhaique a Aysen es de paisajes hermosos, montañas, cascadas cayendo desde lo alto, árboles amarillentos, pinos, cabañas, molinos, bosques; nuestros ojos pegados a la ventana todo el tiempo.
Desde Aysén contábamos con dos posibilidades para seguir el viaje, una subir a dedo por la ruta de los lagos (una opción sumamente tentadora, todos nos decían que sus paisajes son increíbles) por la gran Carretera Austral o irnos en una barcaza de treinta horas hasta Chiloé y de ahí a Puerto Montt. La dificultad que presentábamos es que toda la región de los lagos estaba en época de lluvias sumamente fuertes y hacer dedo bajo esas lluvia y mojar nuestros abrigos no era nada atractivo.
Cada región tiene sus particularidades y en la zona de los lagos, en las áreas de Aysén y Coyhaique por ejemplo tiene su micro-clima, su época y condiciones, en menos de 100 kms todo puede cambiar y estar una semana bajo agua. Es importante tener en cuenta en que momento del año se recorre esta zona.
La barcaza solo salia dos veces por semana y la podíamos tomar solamente el día viernes para llegar a isla de Chiloé el sábado. Es así que con la excusa de cumplir siete meses en ruta nos tomamos la barcaza como si fuera el gran crucero de la vida. Atravesamos paisajes hermosos de gran vegetación, golfos, ríos con aguas tranquilas y pequeños puertos de pueblos alejados.
Luego de treinta y dos horas de agua, viajando por los fiordos y con un poco del estómago revuelto luego de cruzar el golfo de Corcovado desembarcamos a las 23 horas en Quellón, al sur de la isla de Chiloé. Allí nos recibió en su cochera un señor que conocimos charlando en la barcaza unas horas antes , donde nos dejó colocar nuestra carpa y a la mañana siguiente continuaríamos viaje a dedo.
Hacer dedo por Chile ha sido de las mejores experiencia, las personas son muy amigables y cariñosas, principalmente en Chiloé, ahí la gente es simple, muy servicial y con muchas ganas de darte una mano.
Nos quedaban dos días para que nuestras visitas llegaran a Chile y teníamos que recorrer unos 250 kilómetros aún.
El mismo día que salimos de Quellón llegamos al norte de la isla, a Ancud, donde nos quedamos dos días disfrutando de historias chilotas, la gran mitología chilota (de la cual luego les contaremos), cocinas sureñas y conociendo de la ciudad hasta que partimos rumbo a Puerto Montt. Cruzamos en otra barcaza por el golfo de Ancud y de por cierto el mejor de los cruces, donde el mar estaba lleno de vida, lobos marinos, pelícanos, gaviotas, patos, la naturaleza en todo su esplendor.